CELEBRAR LA NAVIDAD
Parece mentira
que pueda tener sentido la recomendación expresada en este título. Pero los
hombres somos capaces de adulterar todo. Menos mal que también somos capaces de
darnos cuenta y rectificar.
Es posible que
este año, a cuenta de la crisis, las fiestas de Navidad sean un poco más
razonables. Porque habíamos llegado a un frenesí de gastos y de consumo que
resultaba casi ridículo. ¿Por qué tantos juguetes, tantos regalos, tantas
comidas y cenas, tanto despilfarro? Y cada vez con menos contenido y menos
justificación. Hagamos que este año nuestras fiestas de Navidad sean más
razonables, más verdaderas, menos discriminatorias.
Los cristianos
vivimos en el mundo como cualquiera y no podemos evitar que ocurran estas
cosas. Pero sí podemos, y debemos, distanciarnos de lo que no nos gusta, de lo
que no está de acuerdo con nuestra fe, nuestra manera de ver las cosas y de
organizar nuestra vida. Este es uno de los casos. ¿Cómo deberíamos celebrar la
Navidad los cristianos?.
Ante todo,
tenemos que dedicar un tiempo a pensar y meditar cuál es la “verdad de la
Navidad” hasta que nos sintamos sobrecogidos por el asombro, el agradecimiento,
el gozo. Es una pena que tantos cristianos no encuentren ni cinco minutos para
leer el relato del nacimiento de Jesús, para acudir a la Misa de Navidad, para
meditar lo que llevamos oyendo desde hace tantos años.
Una de las tres personas divinas se hace hombre en el seno de María,
viene a nuestro mundo para “repetir” su vida de Hijo del Padre en una
existencia del todo humana como la nuestra. Viene para consumar la creación,
para vincular filialmente la humanidad a Dios, para garantizar el
reconocimiento y la alabanza de Dios en el mundo, para vencer el poder del mal
y alcanzarnos el perdón de los pecados. Jesús, ese niño nacido en Belén, es el
“Nuevo Adán”, el verdadero principio de la humanidad, el Primogénito de la
humanidad y del mundo. El es la verdadera justificación de la humanidad y de la
creación entera ante Dios. Todos los hombres tenemos en El la posibilidad de
descubrir nuestra verdad y de acercarnos a Dios con la confianza de los hijos, El
es la clave para construir un mundo nuevo y diferente, verdadero, justo,
fraterno, con la fuerza del amor y la fortaleza de la esperanza.
Todo esto, y más
cosas que podríamos decir, es lo que recordamos, lo que celebramos, lo que
queremos revivir. Sin caer en fantasías ni falsas ilusiones. Porque ese Jesús,
cuyo nacimiento celebramos, vive de verdad, está con nosotros, es fuente y
cimiento de la vida de quien se acerca a El y le acepta como Hijo de Dios hecho
hombre, principio de vida y de salvación.
No son
divagaciones, es un dato real, histórico, bien comprobado y certificado, con el
cual podemos contar todos, y ante el cual todos tenemos que adoptar una
posición u otra. Nadie puede plantear honestamente la verdad de su vida sin
responder honestamente y de buena fe a la presencia interpelante de Jesús en
nuestra historia.
Porque esto es
así, porque lo creemos así, necesitamos festejarlo, dejamos otras
preocupaciones y nos centramos en este recuerdo, disfrutamos de esta situación
maravillosa, nos sentimos protegidos por su presencia, por el amor paternal de
Dios, nos alegramos, damos gracias, intentamos acomodar nuestra vida a esta
verdad fundamental.
Desde que nació
Jesús, el mundo es diferente, la humanidad es distinta, contando con El,
creyendo en El, dejándonos guiar por El, sabemos que el Dios Creador es nuestro
Padre, nos sentimos queridos y acompañados, sabemos cómo orientar nuestra vida,
conocemos los secretos de la vida, ese secreto de los siglos que Dios nos ha
manifestado y descubierto en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
Rezar, dar
gracias, fortalecer nuestra fe, celebrar esta realidad con los hermanos,
ajustar nuestra vida a la verdad de Dios, convertirnos al amor y a la
esperanza, cantar y anunciar la bondad de Dios con nosotros, ésa es la manera
cristiana de celebrar la Navidad.
A partir de aquí
ha de nacer una alegría verdadera, sólida, perfectamente justificada, una
alegría que podemos y debemos compartir, disfrutando de las muchas cosas buenas
que Dios nos da, junto con nuestros seres más queridos, con los parientes y
amigos, recordando a los necesitados, haciendo sitio en nuestra vida a los que
están fuera, haciendo que este mundo, siquiera por unas horas, se parezca al
mundo nuevo, edificado en la verdad del amor, que comenzó con Jesucristo y
tiene que llegar a su consumación.
Feliz Nochebuena
para todos, santa y feliz Navidad sobre la faz de la Tierra. Paz y Alegría para
este mundo bendecido por el Padre Dios con el don de su Hijo Jesucristo y la fuerza de su Espiritu Santo.
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